Estudiantes secundarios: 3…2…1… de la escuela a la adultez

Ninguna meta tiene sentido si no lleva a un nuevo sendero. De nada sirve esperar un cierre, si no es parte de otra apertura. De eso se trata, esa es la búsqueda. 

 

Muchas chicas y chicos que están transitando el último año del Secundario piensan, con dudas o con certezas, en qué será de sus vidas más allá de esa inevitable despedida de medallas, abrazos y analíticos.

Algunos en su exploración y otros en sus destinos, la incertidumbre del mañana es parte del camino. Desde Microscopía charlamos con tres estudiantes, listos a salir a la cancha de la adultez, con una herramienta, que es su flamante profesión elegida.  Quienes quieren ser dialogan con el estudiante que todavía son, como un puente, que unen su pasado y futuro entre poemas, dibujos o cálculos.

Un matemático con rock and roll

Agustín Meza tiene 17 años y una pasión muy clara: las matemáticas. Es de Lomas de Zamora, cursa el último año en el colegio Sagrada Familia de Banfield y el 6 de mayo de 2024, hace apenas unos días, se consagró como ganador de las olimpiadas Mobius, en la que compitió en su etapa final con 80 adolescentes de toda latinoamérica, hispano parlante.

“Sentí una emoción increíble. Me enteré del resultado en un Excel y le mandé un mensaje inmediatamente a mi amigo”, rememora en charla con Microscopía, con una timidez notoria que se va a ir desarmando conforme avance la charla.

La pasión por los números de Agustin nació desde muy chico. Tanto que a los 15 ya soñaba con escribir su primer papers. “Cuando descubrí esos documentos en que se hacían investigaciones matemáticas y pareciera que todo estaba cerrado, empecé a soñar con hacer mis propias publicaciones, con investigaciones propias para llegar a resultados donde otros no llegaron”.

Agustín Meza y su docente

“Lo que más me apasiona de las matemáticas es que no está todo dado. Los patrones son inesperados. Como un buen chiste, o una historia, el final puede ser siempre distinto de lo que pensamos”, explica ya rodeado de la emoción y lejos de los nervios del principio.

Para Agustin las matemáticas “no es solo un mundo de nerds, como quieren mostrar algunos”, sino un “universo de riesgo y rebeldía en el que se pueden derribar patrones establecidos”.

Hoy además de terminar el secundario comenzó a cursar varias materias del CBC (ciclo Básico Común de la Universidad de Buenos Aires), que hasta ahora viene aprobando de forma constante.

“Tengo que agregar además el apoyo de mis docentes y familia. Sin ellos nada hubiese sido posible. Sé que vienen nuevos tiempos pero es una suerte seguir contando con ellos”, cerró antes de volver a su timidez natural.

 

Lo qué me pasa a mí ¿le pasará a alguien más?

Ainara Romero es una adolescente de 17 años, que se consagró en un concurso literario con su poesía  “Mi última esperanza” (1). Su creación fue presentada en la feria del libro el pasado 7 de mayo como parte de la recopilación de poemas completos llamado “El regreso de los jóvenes quijotes”.

Ainara Romero y su profesora

“Siempre escribo pero nunca pensé que le podría interesar a alguien. Al principio no quería participar, porque me parecía insignificante lo que a mí me pasaba. No me hubiese animado sin el apoyo  de mi profe de literatura, Claudia. Siempre es importante que crean en vos. Que te empujen a que seas vos misma”, dice  la estudiante de quinto año del Instituto Almafuerte de 9 de abril, en el municipio de Esteban Echeverria.

“Gracias a mi mamá y a esta profesora me sentí comprendida. Hasta ahora les sigo mostrando lo que hago y ellas siempre me alientan”, cuenta la joven lectora de Alejandra Pizarnik.

Este último año lo piensa ya como preámbulo para estudiar  la carrera de Letras en la Universidad de Lomas de Zamora: “ojalá que esta energía que tengo para escribir me acompañe siempre”, se esperanza.

La adolescente sueña con que algún día podrá sacar su primer libro de poesía y sintetiza “me gustaría ser relevante en la vida de las personas con lo que escribo”.

 

La noche está desierta,

sin tu reflejo.

La luna está vacía, 

sin la compañía de las estrellas.

Así me siento yo,

tan sola y vacía sin tu amor en mi vida.

Me despierto deseando

que esta noche sea diferente,

y nunca lo es.

¿Qué tan en vano fue mi amor?

Estoy destruida,

perdida en un laberinto sin salida.

Tus manos están frías y ya no

me tranquilizan tus caricias.

Mis heridas son tan profundas...

La primera vez siempre duele,

las siguientes sólo te acostumbras.

Mi mente consciente se pregunta por qué;

mi alma aún cegada prefiere no admitirlo

y tan solo evadirlo.

¿Cuándo es mi turno?

¿Cuándo voy a ser yo?

Algún día será diferente.

Nunca lo es.

 

El lápiz y el papel se escaparon de la soledad

A sus 17 años, Juan Cruz Romero Gauna Tau, se transformó en artista plástico profesional. Empezó a hacer sus obras por encargo y recibir remuneración por eso. “Por muchos años pensé que lo que yo hacía solo quedaba en la intimidad. Existe un dilema social sobre si se puede vivir del arte o no. Hay una idea de que el artista no puede dedicarse a eso, y fue un preconcepto a romper”, aseguró el estudiante platense del Colegio San José.

Se define como un autodidacta: “El arte para mí es un plano en plena expansión, en el que voy creciendo día a día”, subraya.

Juan Cruz Romero Gauna Tau

“Yo principalmente formo parte de la comunidad del arte plástico. Y me gusta porque es ilimitado. Permite crear constantemente. Es el lugar donde más libre me siento”.

“Si pudiera hablar con el ‘Juan Cruz del futuro’ le diría que mantenga la misma disciplina que estoy generando ahora. O incluso que aumente. y que se prepare porque el camino del arte tendrá buenos y malos momentos. Y hay que estar listos para eso”, cierra. 

Tres historias de tres estudiantes adolescentes que saben lo que quieren.

 

(1). “Mi última esperanza”.