Qatar, una palabra que se reconvirtió

La Copa del Mundo de 2022 provocó que un término distante se llenara de significados. 
 

Hace un año, Qatar dejó de ser un país; al menos para la Argentina. Una palabra lejana e indiferente se transformó en un término contundente: hasta diciembre de 2022 era un estado soberano ubicado en Asia, hoy es un montón de sinónimos. Qatar es felicidad, desahogo, abrazo, fútbol, llanto, justicia y epopeya.

Qatar es felicidad porque fue un triunfo deportivo enorme y mucho más que un triunfo deportivo enorme. Para la Argentina –además de un deporte– el fútbol es identidad, entretenimiento y pasión. Un juego que atraviesa y moldea a la sociedad y su cultura. Si el fútbol es capaz de modificar los estados de ánimo, Qatar se convirtió en alegría. En sonrisa colectiva.

Qatar, una palabra que se reconvirtió

Qatar es desahogo porque ese triunfo deportivo –el más importante del deporte más popular– se hizo esperar demasiado: 36 años, cinco meses y 19 días. En el medio hubo ocho Mundiales, dos finales perdidas, varias ilusiones derrumbadas y un montón de bronca masticada. Pero a finales de 2022 llegó el alivio. Lo generó un grupo de soñadores, lo disfruta un país. 

Qatar es abrazo porque nunca antes, en la Argentina, había existido uno tan grande. Cuando la selección de los Lioneles –Scaloni y Messi– volvió con la Copa del Mundo, millones de personas salieron a la calle para darle la bienvenida al plantel. Para festejar. Para cantar. Para estar juntos. Para abrazarse. El abrazo más plural de nuestra historia.

Qatar es fútbol porque el seleccionado nacional le hizo un homenaje al deporte de los noventa minutos. El conjunto argentino –una estructura férrea pero flexible– exhibió diversos recursos que argumentan su logro: defensivos y ofensivos, colectivos e individuales, tácticos y técnicos. Un equipo sólido que no debió requerir de los penales para consagrarse. Un campeón lleno de fútbol. 

Qatar es llanto porque los avatares del torneo estimularon lágrimas de todo tipo. Un torneo cambiante –y por momentos indescifrable– que originó sentimientos potentes: el fallido debut contra Arabia Saudita causó tristeza, las victorias después del estreno construyeron ilusión, los penales crearon incertidumbre y el título provocó algarabía. Llantos para todos los gustos.

Qatar es justicia porque Lionel Messi –un futbolista con rasgos de mago–merecía ser campeón mundial. Su búsqueda incansable precisaba una recompensa. Pero más allá de eso, Leo merecía tranquilidad. Liberarse de las críticas absurdas, esas que lo señalaban como culpable en el marco de un deporte colectivo y repleto de variantes. El fútbol necesitaba justicia y la halló en Qatar.

Qatar es epopeya porque Argentina alcanzó la gloria luego de varias hazañas. A pesar de que tildó méritos suficientes como para no sufrir, su campaña fue un electrocardiograma. Un andar lleno de picos. Las dificultades se sucedieron y siempre apareció una proeza como respuesta. Como la del Dibu Martínez –muchas gracias– en la final. Hubo obstáculos, sí, pero fue más grande la epopeya.

Hace un año Qatar era un país: asiático, alejado e ignoto. Ya no. Desde el 18 de diciembre de 2022 es una palabra hermosa… ¡Y repleta de sinónimos!