En Primera Persona: “La memoria se puede enterrar o se puede plantar para que se haga semilla”

Mi nombre es Marcelo Parada. Soy ex combatiente y profesor de historia de la Secundaria 21 de Hurlingham que desde hace muy poco se llama “Héroes de Malvinas”, y eso es una historia en sí, pero hoy quiero contarles otra cosa, de cómo los chicos, mis estudiantes, me salvaron de mi pasado, y me ayudaron a construir un futuro. 

 

Marcelo Parada con sus alumnos

Las imágenes de la guerra muchas veces me asaltaban. Desde que volví al país, junto con mi hermano, un día del padre, en el que no teníamos plata ni  para el colectivo y un chofer de la Costera nos llevó a casa, sabíamos que por más kilómetros que nos separen, las islas siempre iban a estar con nosotros.

Lo que vi en Malvinas, lo que viví en Malvinas, me acompañó, me formó, me constituyó. Muchas veces le tuve miedo a esa historia, que era mi historia. Al recuerdo de los amigos caídos, a los miedos, a los ruidos.

Los recuerdos duelen. Muchos vuelven que creí borrados. Y por momentos se me hace difícil, pero siempre supe que  los que tuvimos la suerte de volver, de algún modo u otro  teníamos la obligación de defender la causa, pero ¿cómo?. 

Yo perdí a mi mejor amigo en la isla. A Lobito. Compañero inseparable, de padres chilenos, a los que les tuve que contar el cruel destino de su hijo.

Élfue un luchador incansable,a pesar de que como yo, se había encontrado en una guerra, sin buscarlo jamás.

Su recuerdo, así como el de todos los caídos en la guerra y la posguerra, es un legado a defender con la causa Malvinas, y qué mejor manera que hablar de lo vivido con esos estudiantes que tenían más o menos nuestra edad cuando viajamos.

Por eso me hice docente, y no docente de cualquier materia, sino de Historia. Me transformé en el primer  veterano de guerra egresado de la universidad de Hurlingham. Encontré en la docencia la forma más noble de defender Malvinas.

Los chicos y chicas, mis estudiantes, yo siempre cuento que me salvaron la vida. Porque me dieron un faro, un destino, un camino para que todo eso vivido no sea en vano.

Con ellos trabajo todos los días, y es dar mi nueva batalla. Así defendemos la  democracia, en el aula, fomentando el pensamiento, la solidaridad, la comprensión del otro. 

Ellos me enseñaron que en lugar de enterrar mí pasado, lo podía plantar para hacerlo semilla. Y crear en los chicos y chicas esa curiosidad y esa necesidad de cuidarse y cuidar sus derechos, qué es lo más importante que tienen. 

Con mis estudiantes siempre hablamos: ¿qué es la Patria? ¿es el terruño? ¿es pensar en el otro? ¿es la solidaridad?

Ellos me miran atentos cuando les cuento de aquellos días, para relacionarlo con estos, en los que ellos tendrán sus propias batallas. Por eso siempre hay que estar atentos a los que quieren dañar la memoria colectiva y  los que quieren olvidar el pasado.

 

Lobito y los “Héroes de Malvinas”

Hace pocas semanas el destino me dio un hermoso regalo. Resulta que nuestra escuela no tenía nombre, y por idea de los chicos decidieron que fuera “héroes de Malvinas”. Fui uno de los oradores el día de la nominación.

Recuerdo el silencio respetuoso de los chicos -si algo me dio la docencia es volver a valorar el silencio, como atención y no como peligro-, el aplauso de padres, docentes y otros veteranos. 

Ahí sentí que en cada chico estaba mi amigo Lobito, que me decía “Nada fue en vano, se lo debíamos a los amigos que ya no están”.