Las primaveras de nuestro fútbol

Un repaso por diversos sucesos significativos para la Selección Argentina, todos ocurridos en los últimos cuatro meses del año. Del nacimiento del Nolo Ferreira a la exhibición de Messi en Qatar.

 

Las primaveras de nuestro fútbol

La elección de momentos es tan subjetiva como el fútbol, el deporte de las opiniones infinitas. Se trata, entonces, de un top 5 absolutamente arbitrario. Más allá de que resulta una lista inacabada, vale la pena recordar algunos acontecimientos vitales para el seleccionado argentino. Ni más ni menos que cinco hechos que generaron un florecer en nuestra Selección.

Primavera N° 1

El 22 de octubre de 1905, justamente el año en el cual Argentina disputó su primer partido por torneo (Copa Lipton), nació Manuel Ferreira. El Nolo. El de las gambetas hipnóticas y los pases impredecibles. “Con las medias caídas y las piernas dando impresión de fragilidad”, lo describió una vez el genial Borocotó, en un artículo de la revista El Gráfico. En esa misma nota de 1934, el periodista lo definió así: “El hombre que ha dado satisfacciones perdurables a sus compatriotas y a quienes supieron gustar de su arte”. Eso hacía el Nolo. ¡Arte!

Que Borocotó tuviera razón no sorprende; además de transformar al periodismo en literatura, sabía mucho de fútbol. Por eso no vacilaba al considerarlo un jugador trascendental para la Selección. Fundamental por talento y liderazgo. En los Juegos Olímpicos de 1928 (medalla de plata) ofició de jugador y técnico al mismo tiempo. En el primer Mundial de la historia, en 1930, fue el capitán del equipo que obtuvo el subcampeonato. Títulos también hubo: ganó dos veces el Campeonato Sudamericano, actualmente llamado Copa América. Sin dudas, un crack fundacional del combinado nacional. 

Primavera N° 2

Exactamente 33 años después del nacimiento del Nolo Ferreira se dio el de César Luis Menotti. Aunque Wikipedia y su DNI aseguren que fue el 5 de noviembre de 1938, llegó al mundo varios días antes: el 22 de octubre. Esa historia, la de la tardanza en anotarlo y su consecuencia, no viene al caso. Mes diez o mes once, da igual. La vida del técnico de nuestro primer Mundial comenzó en plena primavera. “En la historia del fútbol argentino hay un antes y un después de la llegada del Flaco”, escribió Ubaldo Matildo Fillol en su autobiografía. Más allá del absurdo (y ya tedioso) debate Menotti/Bilardo, el DT de Argentina en la Copa del Mundo de 1978 es un prócer de la Selección. Como el Doctor. Como Passarella y Kempes. Como Diego. Como Leo. 

Menotti edificó un equipo sólido: una estructura consistente y contundente. A pesar de lo que quedó instalado, aquel seleccionado –más que vistoso– era inteligente. Cuando un empate ante Brasil significaba la oportunidad de sostener el sueño del primer Mundial, se aferró a la cautela y abrazó el 0-0. Las estadísticas respaldan la campaña: cinco triunfos, una igualdad, una derrota, quince goles a favor y apenas cuatro tantos en contra. Números potentes, como lo que logró ese plantel: poner, por fin, al fútbol argentino en la cumbre del planeta.

Primavera N° 3

También en octubre, pero de 1960, nació Diego. No hace falta el apellido para saber de quién se trata: por algo Eduardo Sacheri escribió el hermoso cuento “Me van a tener que disculpar” sin mencionarlo y nadie dudó a quién se refería. Un pedacito para quienes no lo leyeron. Así pintó el inicio de la jugada más vista de todos los tiempos: “Arranca desde el medio, desde su campo, para que no queden dudas de que lo que está por hacer no lo ha hecho nadie. Y aunque va de azul, va con la bandera”. Hermoso texto, a la altura de Maradona.

En 1986 Diego transformó su magia en inmortalidad. Apiladas incomprensibles, maniobras que pusieron en jaque a la física y un pase que solo él vio, provocaron que la Selección Argentina conquistara el universo futbolero por primera vez afuera del país. Maradona nació en primavera y resulta lógico: con su talento floreció el gol más lindo de la historia de nuestro fútbol; ese que conocemos de memoria y no nos cansamos de ver.

Primavera N° 4

A veces, como pasó este año, la primavera se adelanta y nos regala los primeros calores antes del 21 de septiembre. Eso mismo sucedió, con el fútbol, en 1979 y justamente tuvo como protagonistas al Flaco Menotti y al Diego. ¿Qué sucedió por aquellos días? Argentina ganó la Copa del Mundo Sub-20. El segundo Mundial de fútbol de los nueve que atesora en la actualidad. Sí, nueve. 

“Ganamos el grupo caminando o, mejor dicho, tocando, ¡cómo tocábamos!”, asegura Maradona en su libro Yo soy el Diego. Ese equipo (perdón, equipazo) brilló de principio a fin. Y no se trata de una exageración: ganó los seis partidos, con un promedio de más de tres goles por encuentro. Una maquinita, con Maradona y Ramón Díaz como estandartes. El mejor del torneo y el goleador. Los destellos que alumbraron el camino.

Primavera N° 5

La primavera concluye en diciembre, unos días antes de las fiestas. Lo mismo ocurrió con la Copa del Mundo de 2022, que fue una fiesta en sí misma. La fiesta del fútbol porque Lionel Messi desplegó todo su repertorio y, también, la fiesta de la justicia: ningún otro futbolista había hecho tantos méritos como Leo. “Bajo estas estrellas de Qatar, en un desierto interminable, Messi encuentra la eternidad que merecía”, exclamó Víctor Hugo Morales en su relato.

Lionel Scaloni diseñó y el otro Lionel lideró, pero todos los que jugaron tuvieron su momento de protagonismo: desde el Dibu Martínez, que se mandó la atajada más oportuna de los Mundiales, hasta Gonzalo Montiel, que firmó el epílogo de la historia con una ejecución soberbia. La de 2022 fue, qué duda cabe, una primavera hermosa para el fútbol argentino. ¿Florecerán nuevos logros? Es posible. Lo que está claro con este repaso es que ahora… ¡Ahora nos volvimos a ilusionar!