En primera persona

"Con educación la llave del destino la tenés vos"

Martín terminó la secundaria en la cárcel y hoy trabaja en Serigrafía. Además imparte otros cursos a ex detenidos. "Quién estuvo tras las rejas lo primero que pierde es el sentimiento de autonomía. Ver que dependés de un otro para que te abra un candado se te mete en la piel y en la sangre. Dejas de sentirte dueño de tu vida”, explicó.

En primera persona

Tengo 35 años y soy serígrafo, electricista y oficio de tutor de un curso de electricidad domiciliaria. Estuve detenido 7 años en la cárcel de Lisandro Olmos, donde cursé la mayor parte de mi trayectoria educativa. Esta es mi historia…

El 8 de julio de 2021 terminé de cumplir la condena por un crimen que no cometí. Pero a la libertad no la recuperé ese día. La libertad no depende de que otro te abra una puerta de salida. Quizás sea todo lo contrario.

La libertad se empieza a construir desde adentro hacia afuera. Es un proceso. Y es un proceso que cuando lo descubrís, crece inevitablemente dentro tuyo, aún cuando delante de tus ojos veas sólo rejas. 

Mi camino a la libertad empezó incluso antes de esos años en prisión y fue, sin duda, cuando me convertí en papá. Tengo dos hijos: Benjamín y Agustín. Ellos son mis piernas, son lo que me impulsa a caminar, incluso en los momentos más duros.

Por ellos es que aparece mi segundo impulso a la liberación, el que seguramente hace que esté acá contando mi historia.  Y ese momento fue cuando se me ocurrió que aun en un penal podía retomar algo que había dejado atrás: terminar la escuela secundaria.

Todo empezó por curiosidad. Yo estaba trabajando en el sector administrativo del C.E.N.S 470, que funciona en el penal y al ver tantos chicos que iban y venían a la escuela me empecé a interesar. Por una cosa u otra no había podido estudiar afuera y la posibilidad se presentaba ahora adentro.

Primero lo veía como algo que podía ayudar en mi causa judicial, pero después me fue interesando cada vez más y más. Cuando hablo de que la libertad es un proceso que se construye de forma interna, no quiero decir que sea individual. ¡Qué nadie se confunda! ¡Nada de esto lo hubiese logrado solo! 

Los docentes y directivos fueron fundamentales en mi carrera. En el camino me tocó perder a mi viejo y sin el apoyo de la comunidad educativa hubiese dejado, pero ellos me acompañaron en cada paso. 

En primera persona

Luego de terminar la Secundaria comencé con los cursos de electricidad, gasista y también a estudiar Derecho; pero lo que enseguida me enamoró (y es a lo que me dedico hoy) es la Serigrafía (N. de R.: Procedimiento de impresión que consiste en copiar sobre cualquier material el dibujo o imagen grabado en una matriz de hilos de seda, metal o nylon, tamizando tintas y barnices especiales). Es un hermoso arte que para mí resulta liberador. Es un deshago de cosas que por ahí me atravesaban en la prisión y que ahora lo puedo plasmar en la tela. Eso ayudó a cambiar mi mirada sobre la vida.

Con el tiempo (y ya fuera del penal) comencé a ayudar a otros compañeros a que se animaran. Empezamos a proyectar, no solo estudios, sino polos productivos manejados por ex internos. Sabemos que aquel ex detenido que se siente útil, que consigue trabajo y una ocupación, no vuelve a caer. Está comprobado que es así.

Lo más importante (y también lo más difícil) es que los presos entiendan que no dependen para siempre de que otros le digan qué tienen que hacer. El que estuvo tras las rejas lo primero que pierde es el sentimiento de autonomía. Ver que dependés de un otro para que te abra un candado se te mete en la piel y en la sangre. Dejas de sentirte dueño de tu vida.

Para eso la educación es fundamental. La educación es libertad, porque con educación la llave del destino la tenés vos. Hoy cuando veo que mis alumnos y ex compañeros ganan en confianza gracias a lo que aprenden, me llena el alma. Me hace sentir que se puede salir mejor de lo que entrás. Yo, gracias a mis maestros, salí mejor de lo que entré y hoy trato de que otros también puedan.

Para algunos, los años de detención son tiempos muertos. Casi como si fuera el final de la historia. Pero si algo aprendí en materias como Prácticas del lenguaje, es que si existen los puntos finales, también existen los puntos seguidos, para seguir contando.