“Soy una persona terrenal en medio de un montón de estrellas”

Luis Martín –preparador físico del seleccionado argentino de fútbol– habla del título en Qatar, de Messi, de la fortaleza del plantel de Scaloni y también de su primer día de clases. “Pienso en el lugar en el que estoy y sigo sin entender”, confiesa el campeón del mundo.

Luis Martín besa la copa

Él asegura que los méritos son de otros; elogia a los futbolistas y a sus compañeros del cuerpo técnico. La humildad no le permite sentirse importante. Aunque no lo admita, Luis Martín es una pieza vital de la selección de fútbol y por lo tanto fue un eslabón necesario para que la Argentina se quedara con la copa del mundo. Él quizás nunca lo acepte. Los jugadores y Lionel Scaloni saben que es así.

“Si bien todo lo que viví me supera y no le encuentro una explicación racional, trato de disfrutar porque esto es más de lo que soñé”, le dice a MICROSCOPÍA con modestia sincera, casi con timidez.    

Lo que Luis Martín no se da cuenta es que hizo todo lo que estaba a su alcance para que los hechos sucedieran tal como ocurrieron. A la suerte hay que ayudarla. Cuando algunos creen que es tarde para comenzar una carrera universitaria, él se anotó en Educación Física para continuar su formación en la universidad pública. Luego de haber pasado por la Escuela Primaria N° 15 y por la Escuela Secundaria Técnica “Albert Thomas”, ambas de la ciudad de La Plata, y de haber intentado llegar a primera división como futbolista, Luis comenzó la facultad. Tenía 27 años y aún soñaba con alcanzar un título universitario. Ahí estuvo uno de sus méritos…

Cuando le tocó llegar al seleccionado argentino como preparador físico, un par de décadas después, también se entregó por completo. Un ejemplo basta para describirlo: fue el primero en llegar a Qatar de las 32 delegaciones, cada una conformada por más de 30 personas. Se fue del país el 1° de noviembre porque no quería que se le escapara nada y la dedicación tuvo recompensa.

jugadores levantando la copa

- ¿Qué sentís cuando observás las fotos y te ves con la Copa del Mundo, rodeado de Messi y compañía?

- Ni yo me lo creo cuando veo las imágenes. Para mí es fuerte y, por más que aquellos que me quieren me dicen que me lo merezco, no me puedo explicar cómo terminé en la Selección. Pienso en el lugar en el que estoy y sigo sin entender. 

- ¿Y no pensás que te lo merecés? Jugaste al fútbol gran parte de tu vida, estudiaste para ser preparador físico, te capacitaste y aprovechaste la oportunidad…

- Lo único que me queda decir es que algo en el mundo está mal para que esto tan maravilloso me pase a mí. Mis amigos me dicen que di lo mejor de mí para estar donde estoy, pero mucha gente hace lo mismo y no llega a un objetivo tan grande. Por eso, lo del esfuerzo, no es una explicación válida para mí: yo soy una persona terrenal en medio de un montón de estrellas; una persona común, rodeado de ídolos. 

- ¿Cómo es para una persona común, como vos decís, de repente tener que entrenar a tantas figuras? ¿Cómo fue afrontar eso?

- En mi primer día en la Selección tenía un montón de emociones de todo tipo. Desde la confianza que uno se tiene, hasta dudas y también miedos. Sentía que, pese a mis estudios y a mi preparación, los conocimientos no me iban a alcanzar para afrontar semejante situación: de golpe me tenía que parar delante de un montón de cracks. Por suerte estaba el apoyo de mi familia, de mis amigos, del cuerpo técnico y de los jugadores que me hicieron muy fácil la tarea. Los futbolistas se entregaron por completo cuando ni me conocían y eso para mí resultó fundamental. Hoy, mi vínculo con los jugadores creció muchísimo; hemos creado una relación espectacular, que no deja de asombrarme.

- ¿Y cómo fue la primera vez con Messi, que se sumó unos meses más tarde?

- Cuando se sumó Leo, que fue un tiempo después, me propuse disfrutar de trabajar con el mejor del mundo. A pesar de que al principio era una locura estar ahí con él, eso cambió enseguida por su forma de ser. Nunca un no, nunca una mala cara, nunca un gesto. Él es así: un profesional excelente, que se entrega al cien por cien y que a eso le suma que es un ser humano excepcional. Más allá del futbolista, que nunca deja de sorprendernos, yo me quedo con la persona: es el mejor de todos y se maneja con una sencillez increíble. A tipos como él y como Manu Ginóbili los admiro porque se desenvuelven con naturalidad cuando tienen las miradas del mundo encima. 

- Debe ser raro darle una indicación o un ejercicio físico al mejor del planeta. ¿Ya te acostumbraste?

- Yo creía que iba a ser difícil bajar el poster del ídolo y al final eso lo hizo Leo: él cree que es uno más y te hace sentir un par. Él baja el poster y te invita a tomar unos mates. Leo está en todos los detalles y quiere que cada uno se desarrolle de la mejor manera. Cuando vos dudas, él aparece y te dice que va a estar todo bien. Tras perder con Arabia, por citar un caso, le habló a todos sus compañeros y generó tranquilidad en el momento más duro del proceso.

- Ahora que mencionás ese partido, ¿cómo fue para el plantel empezar el Mundial con esa derrota tan inesperada?

- Lo que escuchó la gente cuando perdimos contra Arabia Saudita, esa seguridad, también nos la demostraron a nosotros en la concentración. Nos dejaron en claro que podía pasar y que iban a sacar la situación adelante. Si bien no fueron días fáciles y los chicos lo reconocen, tenían una fortaleza a nivel grupal que para el cuerpo técnico resultó trascendental. 

- Todos ustedes subrayan siempre la unión del grupo. ¿Vos qué importancia le das?

- En el fútbol, los buenos grupos terminan en lugares inesperados y eso es lo que pasó en este proceso. Todos nos queremos ver, todos nos extrañamos y eso no es fácil a un nivel tan competitivo y tan profesional. Lo de Lautaro (Martínez) y Leandro (Paredes) que salieron y dejaron de lado cualquier tipo de ambición personal, fue clave para que el grupo no se resintiera. Lo colectivo siempre estuvo por encima de cualquier ego. Son cuestiones que no son mediáticas, pero que a mí me llegaron al corazón.

- Más allá de lo colectivo, vos podés estar orgulloso de cómo estuvieron físicamente los jugadores. En los dos suplementarios que le tocó jugar a la Argentina, el equipo se mostró más entero que el rival de turno…

- Sentirme orgulloso por eso sería faltar a la verdad. Lo que pasó se dio así por el trabajo de un montón de personas: los futbolistas exigieron y arriesgaron el físico más de lo que indicaba el sentido común y mis compañeros de cuerpo técnico, empezando por el entrenador que es la cabeza, no dejaron ni un detalle librado al azar. Fue un trabajo en equipo y no me quiero colgar una medalla que no me corresponde. A mí lo que me da orgullo es que los jugadores cumplieron el sueño de 46 millones de argentinos. 

- ¿Y para vos, que sos uno de los pocos argentinos que lo vivió desde adentro, qué representó ganar el Mundial?

- Algo impensado, pero hermoso. Para el Mundial 2018 me compré una tele en 50 cuotas para disfrutar del Mundial y cuatro años después estaba del lado de adentro. Fueron muchas emociones juntas y todas lindas. Yo soñé toda mi vida con jugar al fútbol en primera división y eso que no conseguí como futbolista, me lo regaló la educación. Al final pude cumplir el sueño desde otro lado y por eso estoy tan agradecido con aquellos que me formaron. Lo que no me dieron las piernas, me lo dio el estudio.

- Mencionás el estudio y la temática de esta edición de la revista es “el primer día de clases”. ¿Te acordás del tuyo?

- Recuerdo mi primer día en la Secundaria. Era época de dictadura militar y muchos teníamos miedo por el trato; a mí, por ejemplo, me obligaron a cortarme el pelo porque lo tenía largo. Por fortuna los tiempos cambiaron y hoy en la escuela te tratan de otra manera. Mi primer día me lo acuerdo perfectamente: yo era muy chiquito físicamente y no fue un día fácil por los miedos que tenía. Con el correr de las clases, los temores se fueron disipando y la relación con mis compañeros me ayudó a enfrentar esa nueva etapa.

La charla finaliza y Luis agradece varias veces la invitación; todavía no se da cuenta de la trascendencia que tiene su palabra. Algo está claro: el título del mundo lo hizo feliz, pero no le quitó su sello: la humildad.

La Selección con la copa