La Selección de 1978 bajo la lupa de Macaya Márquez: "Un equipo inteligente, con un ataque demoledor"

El reconocido periodista deportivo, experto en Mundiales, analiza al seleccionado de Menotti. “Aquella Argentina tenía una idea trabajada, pero sencilla”, asegura.

Enrique Macaya Márquez

El curriculum abreviado de Enrique Macaya Márquez podría decir así: periodista deportivo, experto en Copas del Mundo. Nadie –ningún ser del planeta– estuvo en más Mundiales que él. La estadística resulta categórica: se jugaron 21 ediciones, Macaya cubrió 17. Desde Suecia 1958, no se perdió ni un torneo. Impresionante.

Vio consagrarse a Pelé, Bobby Charlton, Franz Beckenbauer, Diego Maradona, Lothar Matthäus, Zinedine Zidane, al brasileño Ronaldo, Andrés Iniesta y Kylian Mbappé, entre otras figuras. Disfrutó a los ídolos de hace más de medio siglo y también a las estrellas de las últimas décadas.

En mundiales de fútbol, entonces, Macaya emerge como el mayor especialista. Y no sólo a nivel nacional; el periodista argentino se convirtió en una eminencia global (hace unos días, incluso, fue distinguido por la FIFA). Con tantos pergaminos, Microscopía decidió convocarlo para saldar una deuda: analizar a fondo al equipo de César Luis Menotti que obtuvo la Copa del Mundo de 1978, la única disputada en el país.

El contexto político en el que se disputó aquel certamen (una dictadura militar que cometió el más grave genocidio del que tenga memoria la historia argentina) provocó que lo futbolístico quedase en un segundo plano. Y, por la magnitud de lo ocurrido a nivel social, es lógico que eso haya sucedido.

Sin embargo, la intención de esta nota es rescatar las características futbolísticas del primer plantel de la Argentina que ganó un Mundial; es evidente que el desempeño de aquel combinado dejó un sello, una impronta que abriría debates y competencias de estilos.

“Jugaba con cuatro en el fondo, dejaba un volante central más pegadito a esa línea de cuatro, de mediocampista por la derecha estaba Ardiles, completaba esa línea con Kempes sobre la izquierda y después arriba contaba con tres delanteros que Menotti elegía entre Houseman, Bertoni, Luque y Ortiz”, detalla Macaya, con una memoria que no se deteriora con el paso del tiempo.

Argentina se paraba con un 4-3-3 agresivo: cinco jugadores de campo defendían y los otros cinco se dedicaban a atacar. Si bien no tuvo tanto brillo, el seleccionado nacional se transformó en un equipo voraz y contundente. Las estadísticas lo demuestran: convirtió 15 goles en siete partidos.

“No era tan vistoso como pretendía el director técnico, aunque sí tenía esa idea ofensiva. Una de las virtudes de Menotti fue que no se complicaba: tenía una idea trabajada, pero sencilla. Aquella selección se defendía con los cuatro de atrás más el volante tapón, y después los demás estaban para manejar la pelota y atacar al rival”, explica Macaya y enseguida recuerda otro acierto del entrenador: “Una de las grandes decisiones de Menotti fue la de organizar una gira por Europa para que los futbolistas argentinos entendieran la velocidad con la que se estaba jugando allá. El tiempo le dio la razón: cinco de los siete rivales fueron de ese continente”.

A la hora de mencionar a los jugadores fundamentales del plantel, Macaya no se achica. Al contrario. Va al frente, los menciona y argumenta sus elogios.

Al primero que destaca es a Ubaldo Fillol. No vacila ni un segundo: “En el arco tenía al mejor arquero de la historia del fútbol argentino. Cuando la defensa no podía contener al adversario, aparecía Fillol y aportaba una respuesta. Tenía los recursos físicos y a eso le agregaba una enorme capacidad de resolución: un arquero de una dimensión difícil de encontrar en toda la historia del fútbol”.

En segundo orden, pero según Macaya con “idéntica importancia”, brota Mario Kempes. El periodista hace una pausa, recuerda algunas jugadas y larga su descripción para el Matador: “Era un delantero que aprovechaba su físico a la perfección, que manejaba las dos piernas y que además tenía los ojos siempre abiertos. Sin dudas fue uno de los grandes jugadores de ese Mundial y además apareció en momentos decisivos”.

Como era de suponer, el tercer lugar lo deja para Daniel Passarella: “Fue el capitán del grupo y el líder de la defensa. Otro imprescindible”.

El top cinco de nombres propios lo completan dos jugadores con menos marketing, aunque también vitales para la estructura de Menotti: Osvaldo Ardiles y Leopoldo Luque.

“Para ese equipo, Ardiles fue trascendental; un futbolista al que muchos no le prestaron demasiada atención y terminó siendo crucial. Aportaba ritmo y velocidad cuando Argentina pasaba la mitad de la cancha y eso provocó que la selección se transformara en un conjunto incisivo”, afirma convencido.

La otra pieza que resalta Macaya es la de Leopoldo Luque: “Un delantero que se movía bien por encima de los mediocampistas y que no se quedaba estacionado. Sabía entrar y salir de la zona de definición: atacante sobrio, pero vivo. Un jugador muy importante que aportó soluciones cuando Kempes todavía no se había destapado”.

El de 1978 es un seleccionado histórico que no goza de los reconocimientos que se merece. Los asesinos fueron otros. Ante tanto análisis que pone el foco en el contexto político y social, la premisa de estas líneas pasó por ahondar en las virtudes de un plantel que se ganó la eternidad: el que nos dio nuestra primera Copa del Mundo.

Según Macaya, el mayor experto en Mundiales, “un equipo inteligente, con un ataque demoledor”.