En primera persona. Integración e identidad: “Mi escuela me ayudó a ser quien soy”
¿Hola, cómo están? Mi nombre es Santiago Machado Beró, tengo 18 años y soy de Caseros. Hace no mucho tiempo, mi escuela, la secundaria 37 fue bautizada con un hermoso nombre: “Abuelas de Plaza de Mayo”. ¡Fue una fiesta! Hubo festejos y música, vinieron funcionarios, directivos y personalidades, para hablar de la importancia de un nombre que nos reivindique en ser quienes somos.
En ese contexto, yo sentí que tenía algo que contar sobre la identidad. No solo sobre el nombre nuevo sino también sobre cómo mi escuela me ayudó a ser quien soy y a superar un momento oscuro de mi vida.
Nadie puede ser quien es ante la prepotencia del rechazo. Ante el estigma del distinto, ante la violencia del egoísmo. Y a mí me tocó aprender eso, cuando la vida se empezaba a poner caótica. Digamos (para no hacerla más larga) que esta es la historia de un chico que era “el argentino” en España y “el gallego”, en Argentina, pero que peleaba contra la estigmatización en todos lados.
En 2016 mi mamá se casó con un argentino que vivía en España y se dio la posibilidad de ir a vivir allá. Yo no había cumplido los 11 años, estaba transitando esa etapa entre la niñez y la adolescencia pero el destino me encontró empezando de cero del otro lado del continente. De más está decir que no iba a ser algo sencillo.
Al principio casi no salía de casa, eran muchos cambios internos y externos que se daban. A eso había que sumarle que todavía faltaban meses para que comiencen las clases. El caso es que comencé 5° año de primaria en otro país. Las primeras interacciones con compañeros tenían que ver más con algo gracioso, me hacían hablar porque les parecía chistoso mi acento, me preguntaban cosas de Argentina y comencé a socializar de esa manera. Primero era algo simpático, de hecho había hecho algunos amigos, pero luego llegó el bulliyng.
La hostilidad no era de todos, claro. Ni era siempre, obvio. Pero iba creciendo. Poco a poco lo que para algunos era “cosa de niños” se empezó a complejizar. Primero eran comentarios o cosas que escuchaba, pero después era un poco más violento, principalmente cuando hacíamos educación física, o algún deporte.
En algún momento se fue transformando en un acoso, pero no es fácil detectar cuando empieza. No hay límites claros, entrás en una vorágine donde sos el blanco de ataques , que incluso vos mismo no sabés cómo podés llegar a reaccionar.
Las notas no ayudaban y el resto de la familia estaba lejos, no parecía la mejor forma de terminar la niñez y menos de comenzar una adolescencia en la que todo se acentuó, aunque (tengo que decir) que también me hice amigos y los docentes que ayudaron a transitar ese momento de “nunca ser parte”.
En 2021 volví al país, al principio para quedarme por vacaciones, pero después algunos problemas hicieron que pensara en radicarme.
Esta vez estaría con mi papá, con quien no vivía desde los cuatro años. Otra vez tuve que arrancar de cero. Otra vez la transición. Otra vez, cuando parecía que encontraba un poco de paz, volvían los cambios. Supongo que es parte de crecer para todos, pero yo ya iba por dos continentes y no tenía ni veinte años.
¿Cómo serán los nuevos amigos? ¿Cómo me tratarán? Fueron muchas preguntas y, para colmo, el comienzo iba a ser igual: otra vez mi forma de hablar (ahora traía tonada española) sería mi forma de empezar. ¿Iba a ser igual que antes?
Pero desde el primer día, pasó algo distinto. Jamás me sentí juzgado. Nunca más volví a sentir que no era parte. No todos son mis amigos, claro. No todos los días son buenos, obvio, pero siempre fui yo en mi escuela, y fue mi escuela el lugar en el que más era yo.
Hoy soy el presidente del Centro de Estudiantes, donde trato de ayudar a mis compañeros y pensar como todos podemos tener un día a día mejor.
Esta etapa de la vida sigue siendo tan difícil como todos sabemos que es, pero el camino recorrido que me trajo hasta acá me hace agradecer dónde estoy.
Si el Santiago que volvió al país en 2021 se encontrara con el de hoy, de 2024, se sorprendería por lo logrado y se alegraría de que por fin haya encontrado mi lugar, mi escuela, mi mirada hacia futuro.
Este Santiago le diría: ¿Viste que ahora sí nos tienen en cuenta?. La adolescencia sigue pasando, como a todos, con su caos, sus cambios, sus peligros, pero ahora, ahora no estoy solo y no voy a estar solo nunca más.