La tarea de enseñar tiene nombre

maestra

“Señorita”, “Seño”, “Se”. La enseñanza en la Escuela Primaria estuvo, durante largas décadas, ocupada especialmente por las mujeres. Tal vez sea por eso el término de “Señorita” con el que la tradición escolar decidió nombrar a las docentes de los Jardines y Escuelas Primarias. Incluso, un mito urbano señala que el concepto de Señorita se aplicaba cuando las mujeres decidían volcarse plenamente a la vocación docente y preferían no casarse.

Con el paso de los años aparecieron nuevas formas de llamarla. Los más pequeños comenzaron a usar el tuteo en el vínculo con su docente y, afectivamente, achicaron la palabra a “Seño” y luego a “Se”.

Mientras esto ocurría, los varones, a quienes en su rol de educadores se les había reservado mayoritariamente la tarea de enseñar en los niveles superiores, se les cambió el de profesor por “profe”.

Según un mito, Señorita se aplicaba cuando las mujeres decidían no casarse y dedicarse a la vocación de enseñar.

El tiempo provocó cambios mucho más profundos que se gestaron detrás del lenguaje. Por eso, hoy, cuando la sociedad va rompiendo estereotipos y reconstruyendo el rol profesional más allá del género y los mandatos preestablecidos, surge la necesidad de pensar el significado real de cada una de las palabras que se emplean y también aquella impronta que el imaginario social le atribuye a cada uno de los términos con los que se designan a las personas que asumen el rol de educar.

A pesar de que en el lenguaje cotidiano se utilizan como sinónimos palabras tales como  maestra, maestro, profesora, profesor, educadora, educador y docente, cada vocablo tiene un origen y significado profundo y son muy distintos.

Para la Real Academia de la Lengua Española la palabra maestra o maestro cuenta con más de 30 acepciones, además de su referencia al sujeto enseñante. Entre los significados más sorprendentes tomamos nota de los siguientes:

  • Persona que está aprobada en un oficio mecánico o lo ejerce públicamente.
  • Título que en algunas órdenes regulares se da a los religiosos encargados de enseñar, y que otras veces sirve para condecorar a los beneméritos.
  • Palo mayor de una embarcación.
  • Cada una de las dos cuerdas que tiran de la red en el arte de la jábega.
  • Cordel al que se relinga un paño de red o al que se anudan las pernadas de los anzuelos de palangres.
  • Listón de madera que se coloca a plomo, por lo común, para que sirva de guía al construir una pared.

Además, podríamos enumerar decenas de otros significados, según la palabra que lo acompañe, por ejemplo: maestro de armas, maestro de atar escobas, maestro de balanza, maestro de caballería, de ceremonias, maestro de coches, de cocina, y la enumeración podría continuar varias líneas más.

Vale aclarar que la RAE es mucho menos generosa con el término profesora o profesor, ya que casi todos sus significados están vinculados a la persona que ejerce o enseña una ciencia o arte. Y aún lo es menos con el término docente cuya definición se restringe a la persona que enseña o a lo relativo a la enseñanza.

Ahora bien, si de etimología se trata hay una interesante propuesta para la reflexión. Maestro deriva del latín magister compuesto del prefijo "magis" que significa "más" y el sufijo "ter" que indica un contraste. El origen de la palabra "maestro" se refería entonces a una persona que posee un alto grado o el nivel más alto de conocimiento o competencia al que podía aspirar.

En cuanto a “profesor” se trata de un sustantivo de acción derivado del verbo profitēri, que no significa otra cosa que “hablar delante de la gente”. Está compuesto por el preverbio pro- “delante de” y el verbo fatēri “hablar”.

La palabra “profesor” deriva del latín y significa “hablar delante de la gente”

Sobre la palabra docente podemos decir que proviene del latino docěre “enseñar”, una antigua formación causativa que significaba, literalmente, “hacer que alguien aprenda”.

Con orígenes y definiciones distintas, las palabras maestra, maestro, profesora, profesor y docente van construyendo su propio significado acorde a los nuevos tiempos y en virtud de los nuevos roles que se les va asignando.

Hoy quien enseña no es la custodia o el custodio de los conocimientos absolutos que traspasa a sus estudiantes. Tras derribar mitos y mientras el acceso al conocimiento es cada vez más dinámico y globalizante, todas y todos tienen algo que aprender y algo que enseñar. Pero en las aulas, cada día, una niña, un niño, una joven, un joven, una adulta o un adulto construyen la educación. Allí, siempre hay una maestra, un maestro, una profesora o un profesor que acompaña en el acceso al conocimiento pero comparte junto a sus estudiantes el maravilloso acto de aprender y enseñar.